Los hechos noticiosos de Bogotá, y
particularmente los que se refieren a los suelos rurales de ésta, evidencian
que la ciudad se ha convertido en una cuna de disputas por territorios y
recursos naturales. Son esos dos los principales factores generadores de
confrontaciones entre empresarios, políticos y comunidad, puesto que las
periferias de la capital, a pesar de ser territorios tan marginados y con
bastantes manifestaciones de exclusión social, son altamente ricos en términos de biodiversidad.
Esto ha dado origen a todo tipo de luchas comunitarias que se han organizado en
torno a la defensa de la tierra y los
ecosistemas, además de una resistencia opuesta a políticas públicas que
alimentan un modelo económico que ignora por completo las necesidades reales y
urgentes del país.
En este contexto, nos ubicamos en el
análisis del recrudecimiento y agudización de los conflictos anteriormente
mencionados, debido al papel de denunciante y autoridad que ha jugado la actual
administración distrital dentro de este tema. La BOGOTÁ HUMANA ha conocido sus
alcances y sus limitaciones durante estos ya casi 4 años de gobierno, y todos
hemos sido testigos de las fuertes
críticas de las que ha sido objeto, así como de las voces que han salido en
defensa de las políticas que se apoyan en un discurso de derechos humanos. Lo cierto
es que a pesar de las falencias o debilidades que pueda tener esta
administración, ha sido una de las pocas que ha focalizado la gestión a la
recuperación de la conciencia ciudadana por la importancia de lo público y lo
colectivo; además, las acciones han estado encaminadas al incremento de la inversión
en sectores como la educación, la cultura la recreación y el deporte, además de
la recuperación y restauración de ecosistemas. La concertación licitatoria para
la construcción del centro pedagógico-educativo y cultural El Ensueño, el
evento de celebración y concientización del día mundial del agua en Ciudad
Bolívar; las brigadas para la limpieza y recolección de residuos solios en los
Cerros Orientales; los planes de salud oral, agilización en trámites de
registraduría y la zona WIFI con la que la contará Usme; y por último, los Juegos Rurales en la localidad de Sumapaz,
son claros ejemplos de lo anteriormente dicho.
Aun así, a veces pareciera que los
esfuerzos de la administración distrital por la construcción de una Bogotá
ejemplo de inclusión social y protección ambiental fueran burlados y
desprestigiados por toda una élite que se siente amenazada política y
económicamente por este discurso progresista. De no ser así, el Plan de
Ordenamiento Territorial propuesto por Gustavo Petro, el cual se sale de los
estándares desarrollistas, con miras a la expansión indiscriminada de la ciudad,
no estaría suspendido y altamente desprestigiado mediáticamente; como tampoco
existiría una desenfrenada intención por parte de ciertos candidatos a la alcaldía
por crear un nuevo POT, encaminado al crecimiento acelerado de la urbanización
en las periferias norte y sur.
Como se dijo en días pasados, se
contraponen dos discursos en el marco de un proceso de paz que
indiscutiblemente atañe a Bogotá. Y es que, por más que la BOGOTÁ HUMANA haya
marcado un nuevo tiempo para la ciudad, en el que la multiculturalidad, la
inclusión social y el acompañamiento a las víctimas de la guerra interna han
sido unos de los propósitos más destacados de la administración distrital, aún
se encuentran dificultades en la ejecución de programas para fortalecer dichos
objetivos por la ausencia de políticas gubernamentales que reconozcan y
respalden procesos tales como la educación multicultural. El que los indígenas
Wounaan desplazados del Chocó sean acogidos por el centro educativo La Arabia,
de cuenta de algo positivo, pero a la vez, la dificultades que presentan para
su desarrollo educativo integral, dan cuenta de una política educativa
estandarizada, que ignora por completo o banaliza el concepto de
multiculturalismo.
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